martes, 25 de julio de 2017

Spartathlon... un amor para toda la vida....Ivana Farias...

Hace más de dos mil quinientos años (490 AC), antes de que Ivana Farias y unos cuantos locos más recorrieran ese trazado, el corredor ateniense Filípides, sin reloj con GPS, sin otros corredores y sin una inscripción ni remera oficial, fue enviado a Esparta para pedir refuerzos con el fin de fortalecer el pequeño número de fuerzas de los atenienses. ¿Por qué? Porque los persas habían desembarcado en la bahía de Maratón para poder dirigirse luego por el camino costero hacia la ciudad de Atenas, con casi el doble de soldados. Era una guerra. Historia contada por Herodoto, historia que detalla una distancia de 240 kilómetros recorrida en dos días por el soldado ateniense. Una historia que motivó la creación, en 1984, de esta exigente competencia: El Espartatlón. Una carrera que se realiza en septiembre por caminos rurales, diversos senderos, asfalto, atravesando también viñedos y olivares, cuestas empinadas y un ascenso de 1.200 metros, todo esto en época de lluvias.
Ivana Farías ya es parte de esta historia. Ya suma en sus zapatillas dos experiencias, mucho cansancio, muchos dolores, y, por sobre todo, mucho disfrute.
Desde chica hace deporte, atletismo en la primaria, patín y gimnasia deportiva artística, pero nunca había trabajado la resistencia, no la tenía en mente. En 2010 empezó a correr por una carrera tradicional de su ciudad natal, la Vuelta al Municipio de 10 kilómetros que se hace el primero de mayo en Olavarría, provincia de Buenos Aires; una vez que la completó, no paró. Dos años después, en 2012, corrió por primera vez una maratón (42k) en Mar del Plata y dos veces media maratón (21k). En 2013 se pone como objetivo correr el Espartatlón, la gente que entendía del tema o mismo los que corrían ultras distancias, en ese momento, no la tomaron en cuenta.
Para clasificar a esta exigente carrera hay que buscar una marca, para eso, Ivana Farias se preparó: ese mismo año hizo 50k, 100k y, después de ahí, saltó en marzo de 2014, a buscar la clasificación en 24 horas, sí, correr 24 horas seguidas, un día completo. Lo hizo y lo envió, pero no fue suficiente porque la distancia pedida había cambiado; con muy pocos días de diferencia, casi menos de un mes, fue a Uruguay a la pista de Montevideo a buscarla: la consiguió. La aceptaron y frenó en cuanto a distancias largas para abocarse directo al entrenamiento, con una idea fija, lista para su máximo objetivo: el Espartatlón.
“24 horas corriendo en pista de atletismo, pista de 400 metros, es mi prueba favorita”, explica Ivana Farias, de 38 años. A ella le pasa que corriendo a la noche, cuando todo el mundo se cae, es cuando se siente más fortalecida. Para lo que a muchos les parece una debilidad, para ella es una ventaja. En 2015 viajó a Italia para competir con el equipo de mujeres –primera vez que Argentina enviaba representantes femeninos– en el Mundial de 24 horas donde quedaron primeras de Sudamérica, pese a que ella tenía una lesión insoportable en el fascia lata (el músculo tensor de la fascia lata es un músculo situado en la parte superior y lateral del muslo), su marca quedó en segundo lugar de las damas argentinas. Ese mismo año viajó a Brasil, San Pablo, y con lluvia y mucho calor ganó no sólo la categoría de damas sino también la general con casi 193 kilómetros recorridos.
¿Quién te recomendó el Espartatlón?
Lo venía escuchando, me parecía fantástico, venía siguiendo la historia porque antes que yo fueron cinco mujeres argentinas. Fui la primera y única argentina en completarlo hasta la fecha, y no una vez, sino que dos. Llevo dos Espartatlones de dos. En el 2014 la primera vez que lo hice vi gente hacerlo por séptima vez y no lograrlo, es más, tenía un compañero que era la quinta vez que iba y recién ahí lo logró. Mi entrenador, Gerardo Re, que es una persona muy importante para mí en ésto, también lo completó dos veces –es conocido como Mr. Maratón, por haber corrido más de 130 maratones– y tenemos la fantasía de poder ir juntos en 2018 para completar nuestro tercer Espartatlón.
Es una carrera muy difícil, pero es realmente apasionante, la disfruto mucho. Tiene una mística muy importante. La primera vez que fui, a uno de los chicos que fue conmigo le dije antes de viajar: “esto es debut y despedida para mí, salga como salga no voy a volver a hacerlo”. Y él me dice: “vas a ver que el Espartatlón te va a hechizar, una vez que vas se te mete en la sangre y no podes dejar de hacerlo”.
Y es así, literal.
“La carrera más agotadora del mundo”, reza la web de la competencia, ¿es así?
Es la más dura porque es la más rápida. Vos tenés un tiempo para llegar a cada uno de los 75 checkpoints. Podés quedar afuera no sólo porque ellos te vean mal físicamente y te descalifiquen, sino por haber llegado fuera de tiempo al checkpoint. El primer año era todo nuevo, la sufrí bastante, pero el año pasado no la sufrí. Realmente la disfruté, me acordaba bien cuál era la parte difícil, por ejemplo llegar a la montaña porque es literalmente vertical, y bajarla que también es complicado porque es muy brusca, pero eso lo tenía todo en la cabeza, por eso la pasé muy bien. Me sentí muy fortalecida una vez que bajé.
¿Sufriste algún delirio durante la carrera?
Me pasó la primera vez que corrí. Me acordaba el sufrimiento tal cual, eso no me lo había olvidado, pero había muchos lugares, que me di cuenta ahora que la hice por segunda vez, que los tenía todos mezclado en mi cabeza. Por los primeros kilómetros donde pasaba entre 50 y 60k, para mí ahí ya llevaba ciento y pico, y no, nada que ver. Tuve más noción esta vez, puedo relacionar más los lugares con el tiempo y los espacios.
¿Cuánto frenabas en los checkpoints?
Minutos. Le voy robando, siempre llego 40 minutos a favor, porque lo que perdés ahí puede que te deje fuera de la carrera. El año pasado llevé un machete donde tenía los tiempos de la primera vez que competí, entonces pensaba que si podía cumplir con estos tiempos es señal de que venía bien, pero cuando vi que iba mejor ya estaba súper entusiasmada. Trato de no frenar, los primeros puestos generalmente no se frena, pero si necesitas masajes, cambiarte las medias, empezar a abrigarte… A veces es necesario que te sientes, por ejemplo, cuando te dan la comida caliente a la noche, es mejor comer tranquilo y sentado y que después vuelvas a arrancar, empezar con una caminata fuerte para después volver al trote porque corres el riesgo de descomponerte. Tampoco podés parar mucho porque nosotros venimos con el cuerpo en movimiento, con calor y baja mucho la temperatura a la noche. Eso me pasó en Italia, a la noche paré para hacerme masajes y no me podía recuperar, empecé a temblar y el mismo masajista me abrazaba porque no podía entrar en calor, no me podía parar.
¿Cómo trabajas la cabeza para aguantar y disfrutar distancias tan largas?
Eso me pasa realmente, las disfruto. Salgo a correr y aparece la sensación de los cuádriceps cansados, el cuerpo adolorido, tener que volver a empezar, porque cada vez que vas parando en un checkpoint, ya cuando pasas el kilómetro 160, es como volver a empezar de cero… y todo eso lo resisto. Cuando corro en pista, a partir de la segunda hora ya dejo de sentir el cuerpo, puedo empezar a exigirme y lo disfruto, es como que anulo el cuerpo.
Es como estar en otro plano.
Más allá.
¿Ves el running como una auto competencia?
Para mí, correr es eso. No me mido con nadie, no miro la marca de nadie y no busco nada. Porque lo que he conseguido ha sido sorprendente, principalmente para mí. Es la competencia conmigo misma. Mi cabeza y yo, nada más.
¿Volverías?
Si pudiera hacer el Espartatlón todos los años, lo haría. Pasa que es muy difícil entrenarla. Soy docente, tengo un sólo cargo y tengo que dedicar mi mañana al entrenamiento, pero también tengo dos hijos, mi hija que tiene 11 y empezó el secundario este año y el varón que cuando tenía 15 años se fue a vivir a Buenos Aires porque está jugando en Racing. Entonces no es mi vida nada más, son ellos también.
Lo más difícil es que me fui a entrenar, hice velocidad o la carrera de kilómetros necesaria, me baño y me tengo que ir a trabajar, después vuelvo de la escuela y voy a buscar a mi hija y dejo los fondos para el fin de semana. Por ahí tengo uno de 70 u 80 kilómetros que lo puedo hacer partido (mitad sábado y mitad domingo) y así me quedo sin día de descanso. He salido sola con mochila por la zona, acá por Sierras Bayas, y he estado siete horas haciendo fondos.
Mi intención es ir en 2018, si puedo ir, quiero llevar un auto de soporte que me acompañe porque me caigo mucho al otro día, a partir de las siete de la mañana, cuando empieza a salir el sol que hace mucho calor y ni te cuento a las dos, tres de la tarde, cuando ya voy llegando. Esa parte es muy difícil y ya no puedo pensar. Mi idea es muy ambiciosa porque siempre digo “voy a llegar” pero como mejoré el tiempo el año pasado el año que viene quiero volver a robarle unos minutos.
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